Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

Calibri 4

/ 9 de abril de 2012 /

No era una belleza cándida ni de niña. Tenía ya rasgos de mujer, las facciones angulosas y los ojos almendrados, sin maquillar. Pómulos prominentes y tez color arena, ligeramente bronceada y también algo pecosa. Sobre sus hombros caía una larga melena rojiza hasta la altura del codo, lisa, y se mecía al son de My Way con el suave tararear de su voz de contralto. Ni muy alta ni muy delgada, estaba lejos de lo extraordinario. No era una de esas bellezas exóticas, ni eslavas, ni asiáticas, ni parecido. Tenía un aire de francesa inconformista en la mirada, pero nada más. No escondía inocencia.
Después de todo aquel tiempo, no había conseguido olvidar ninguno de aquellos detalles, de aquellas nimiedades y tonterías que tan sólo él había descubierto en ella. Y, por un momento, se le vino abajo algo. Una especie de angustia oprimió sus latidos, obligándole a desviar la mirada. No estaba seguro, no. Era un error. No sabía si estaba feliz de verla o si era estúpido. Estúpido, estúpido, estúpido. ¿Qué buscaba? ¿Qué esperaba encontrar, ahora, después... después de todo? Después del tiempo, de la distancia, de ignorarse mutuamente. De haberse mentido. A qué quería hacerle frente, si en realidad no había a qué. Mirándola a través del cristal de los años, Daniela ya no era Daniela. Nada quedaba de aquel sucio espejismo de los recuerdos.
— Te habrá costado acercarte hasta aquí desde tan lejos, ¿no? — escuchó a su espalda.
Giró repentinamente, dándose de bruces con Chloé .
— ¡Ay!
—¡Chloé! Me has asustado —
susurró en un vano intento de no llamar demasiado la atención. La muchacha de ojos azules se frotaba la nariz, a causa del golpe
— Ya veo ya... — dibujó una media sonrisa. Eran los ojos de Paul Newman. Eran los ojos más azules de Londres. —Te hemos echado de menoscontinuó—. Page preguntó por ti durante meses. ¿Por qué desapareciste así sin más? Sin explicaciones.
—Sabes que no me gustan...
— ... Las explicaciones. Lo sé. Que no te gusta dar cuenta de nada de lo que haces, en especial si se tratan de obviedades. 
—Bien — respondió, sin darle más vueltas al asunto. Chloé lo miraba, analítica, imperturbable.
—¿Y el viaje?
— ¿Cómo?
— El viaje. Hasta aquí, hasta Londres, hasta Highgate.
—No sé. 
—¿No sabes? —apremiaba con insatisfacción.
—Bien, supongo —no le apetecía hablar. Tenía hambre, y aquella conversación lo adormecía.
—Siempre haces lo mismo.
Y otra vez aquella historia.
— El qué.
— ¿Cómo que el qué? Tus "no sé", tus "bien", tus... Mira. Dejémoslo.
— Como quieras.
La muchacha dió un bufido y se dio media vuelta, a fin de desaparecer y alejar aquellos pensamientos que la aturdían. Se puso a remover en la cocina, y acto seguido, le trajo un bote de Nutella y una barra de pan.
—Toma. Prepárate algo. Estarás cansado. Última puerta a la derecha, piso de abajo. El camino ya lo sabes.
—Gracias —sonrió agradecido antes de que Chloé volviera sobre sus pasos—. Y por cierto...
Se detuvo a mitad del pasillo.
—¿Sí?
—Te hubiera encantado Carlsbog. 
Suspiró tras una pausa.
—Supongo — y cerró la puerta.


1 coliflores:

{ ORIGINAL LIVE } on: 9 de abril de 2012, 12:28 dijo...

Me gusta mucho la foto, y el dialogo tambien es muy bonito un besazo-1

 
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