No voy a hablar de amor. Es un tópico que todos conocemos. Nos sabemos al dedillo la historia de imposibles e improbables de tanto repetirla, y todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor. Las típicas frases que antes sonaban personales y ahora pierden su sentido entre los tablones, entradas, agendas... de cientos de niñas conmovidas. No voy a hablar de que éste era un romance especial. También el tuyo lo sería, y el suyo, y supongo que el de cualquier persona. Que somos seres individuales, pero lo que has pasado tú no me resulta lejano. Las clásicas ansias por vivir un amor de película, con aquello de que quizás es cierto y quizás no, con su retahíla de opiniones aparte. Sus defensores y detractores. Y si queremos hablar de tópicos, es un día a día. Que ya nos conocemos la historia del perro del hortelano y de que amores que no mueren matan. Que amores que matan nunca mueren.
Hay de todos los estilos, formas, colores. Desde un "Sólo era por probar, y acabó siendo algo más" hasta el nerviosismo por verlo cada día en tu parada de metro, sin saber si acercarte o seguir con tu camino. Tu primer beso, que si allí te dijo que te quería, que si el veinticinco es el mejor día del mundo o que sigues soñando con él todas las noches. Que lo has mandado a la mierda pero te ahogas en un océano de falsas esperanzas y no sé qué más contar que no hayáis oído antes. Porque estos cuentos son nuestros favoritos desde pequeños, y viajamos con ellos desde que nos fijamos por primera vez en Blancanieves.
No voy a hablar de amor, porque no voy a contar nada nuevo. Pero sin serlo y sin quererlo, no me hace falta jurar que extraordinario es el mínimo calificativo que se le debería otorgar.
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