Cansancio, sólo cansancio, y aún más, y tensión, y presión, y tedio, y desesperación. Carencia de expectativas, de esperanzas. Carencia de cariño, de ganas de mejorar, de seguir adelante, incluso. Que todo te parece la misma mierda de siempre y que no va a cambiar. Quiero que se acabe todo ya. Que se acabe. No quiero nada. Que se acabe, que se acabe. Fin, adiós al mundo. Quiero desaparecer del mapa y encerrarme en mi habitación, no salir, que se acabe.
Por favor, que se acabe ya... No puedo. No puedo más.
En serio, ¿realmente podemos hacerlo? ¿Podemos permanecer ajenos al mundo sin que nada nos afecte? No lo creo, aunque envidio a los que, en un caso hipotético, puedan. Cada vez me doy más cuenta de que sí que me afecta todo, para bien, o para mal. Que no se puede hacer la vista gorda a los problemas, porque reaparecen, y tanto que reaparecen. Los problemas tienen complejo de boomerang y efecto péndulo, les gustan las idas, pero sobretodo las venidas. Pero no se puede ser feliz siempre, ¿sabes? Hay que hacerse a la idea, la vida no es fácil, señores, nos vamos a encontrar de todo, y no todo ello va a ser bueno, o malo, quién sabe. Simplemente serán "cosas", y basta. Cero bucles, cero paranoias. No se puede vivir con un "ahora sí, ahora no", como si no supieses distinguir entre el acelerador y el freno de un coche y no hicieses más que ir hacia delante y retroceder.
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