Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

Edie

/ 24 de abril de 2011 /



El mito de Edie Sedgwick se inició en Cambridge, Massachussets. Fiestas, fiestas y más fiestas. Los primeros amigos maricas. Hijos de ricos que querían desafiar a sus familias. 
“Edie llegó en un momento en que se producía una destrucción de todas las normas (…) La gente empezó a chutarse en los lavabos. Los freaks empezaban a estar muy solicitados (…) Cuanto más raro fueras en lo que hacías o decías, mejor. Fíjese en Edie. O en Tiger Morse, que era una chica de buena familia y de pronto se transformó en una freak anfetamínica con el pelo de alambre, vestidos eléctricos y gafas verdes (…) Estos locos se revolcaban en la autodestrucción… era casi como si quisieran castigar a sus padres y al mundo de normas rígidas que les habían hecho tanto daño en los años de su educación.”


[...]

Era 1964, quería probar suerte como modelo y actriz. Su encanto la hizo famosa en el ambiente de la ciudad y Bob Dylan la llamó para conocerla. Quedaron fascinados el uno del otro. Para entonces Dylan ya era uno de los cantantes más carismáticos y populares, era amante de Joan Baez mientras compartía habitación en el Chelsea Hotel con su futura esposa Sara Lownds. El Chelsea Hotel era un hervidero de talentos por donde pasaron escritores, músicos y una infinidad de artistas de la talla de Leonard Cohen, Tenessee Williams o Janis Joplin y donde años más tarde y en un ambiente más degradado Sid Vicius acabó cuchillo en mano con la vida de su novia Nancy y luego la suya.



Todo ello la llevó a conocer a Andy Warhol. Y con él inició una extraña relación, en la que ella se convirtió en él y él se convirtió en ella. Edie introdujo a Warhol en el mundo de la “alta sociedad” que hasta entonces le había sido vedado, mientras que Warhol tenía el poder de convertir a Edie en “una estrella”. El aspecto físico de ambos se mimetizó: Edie se cortó el pelo y se lo tiñó de plateado, y vestía las mismas camisetas a rayas que su partenaire. 



Todo el mundo la llamaba, todo el mundo quería estar con ella: “No me importaba lo que hacía o si estaba equivocada. Era un catalizador. Lo que entre los iniciados se conoce como un shakti. La energía femenina que dinamiza: por el mero hecho de estar en contacto con ella todo se agudizaba. Una velada con Edie sólo podía acabar cuando Edie llegaba al punto de agotamiento, lo que ocurría al cabo de dos o tres días. Hay un viejo axioma yogui: cuanto más alto subas, mayor será la caída. Todos lo sabemos. Le gustaba pasear al borde del abismo en todo momento.” 

Edie ya era una "superstar underground". Quizá haya que aclarar que Andy Warhol acostumbraba a estar rodeado de aduladores que simplemente querían estar con él, salir en sus películas o ser fotografíados. Los más carismáticos se convertían en “superstars”, palabra que empezó a utilizarse en la época: “La superstar era una forma primitiva de liberación femenina. Eran muy listas, guapas, aristocráticas e independientes. Edie, Nico, Viva y las demás (…) Eran las mujeres que queríamos adorar, las vírgenes marías. Al mismo tiempo, eran muy destructivas; se destruían a sí mismas y a otras personas.” 
A lo largo de 1965, Edie y Andy iban juntos a todas partes, y su popularidad era brutal. En una ocasión viajaron a Filadelfia para inaugurar una exposición de Warhol, y fueron recibidos como estrellas de rock, con fans gritando y desmayos. Había tanta gente en el lugar de la exposición que tuvieron que quitar los cuadros para que no se estropearan. A la gente no le importó demasiado.




La colaboración Andy-Edie duró un año o un año y medio, hasta que sus relaciones se enfriaron. Edie ya era adicta a las anfetaminas, y empezaba a necesitar atención permanente. Alguien tenía que ocuparse de que se levante por la mañana y estuviera en el estudio a la hora del rodaje. 
Se consideraba como una hija más en una familia grande y bastante desgraciada, que de pronto es iluminada por los focos y tratada como si fuera algo muy, pero que muy especial, pero por dentro se sentía como un montón de basura. Luego, cuando la dejaron un poco de lado, no sabía quién era. Esa posibilidad de destrucción estaba dentro de su débil personalidad. Tenemos que acostumbrarnos a la realidad de que estamos solos. Si no lo consigues, te vuelves loco. Y Edie empezó a trastornarse.


 
Cuando terminó con Bob Neuwirth, se dedicó a la droga aún con más encono, y empezó a engancharse a la heroína: 
Si estás obsesionado con una persona e indefenso, hay una escapatoria: enamorarte de la heroína. La otra persona no puede controlarte. Tienes un nuevo amante y otra luna de miel. Te sientes hermoso, es como una ilusión, como esos minutos después de haber follado como un loco.


Decía Bob...


“Hace el amor como una mujer, duele como una mujer, pero se rompe como una niña pequeña… la chica no puede ser bendecida hasta que finalmente vea que es igual que el resto, con su niebla, sus anfetaminas y sus perlas”.




Durante una fiesta en el año 1971 un invitado borracho le gritó que era una drogadicta patética. Llorando llamó a su marido que la fue a buscar. Ella estaba en tratamiento con calmantes que combinaba deliberadamente con alcohol. 
Fueron a dormir y por la mañana estaba muerta.

Edie Sedgwick, la chica que llegó a Nueva York a triunfar consiguió ser una estrella fugaz …de la que todos disfrutan de su radiante belleza, luminosa y sorprendente. 
A la que todos contemplan morir.

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