Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

The Contenders

/ 8 de febrero de 2012 /

Ahora es cuando el término volver adquiere el sentido de marcharse. Porque volver es irse, en cierto sentido. Porque es irse de donde ya te escapaste en su momento, por las razones que fueran y con sus debidas consecuencias, como lo es todo. En clase estoy dando el determinismo y, seamos realistas, dejé de creer en el destino y la suerte hace ya mucho tiempo. Es obvio que ésto apesta a determinismo. Todo tiene su razón de ser, es cuestión de remontarse a días-semanas-meses anteriores. Es una idea que me atrae, que me define, que se corresponde con toda mi forma de ser. Existe el azar, pero no la suerte. Más bien no quiero creer en ella, porque así sé que está en mis manos, de alguna forma. Que es decisión mía. O, vale, vale, de cualquier otro. Pero que la persona escoge. La persona decide. La persona elige dentro de todas esas opciones condicionadas. La culpa es tuya, suya, nuestra. Pero no del destino.
Dejemos que el destino decida. Qué suerte que has tenido. No. ¿Suerte? ¿Destino? Yo te respondo: azar. Acción, reacción, causa, consecuencia. No puedes borrar tu pasado, pero sí superarlo. O si lo prefieres... opta por la amnesia.
¿Entiendes? No puedes dejar que las cosas se solucionen solas, porque esas soluciones no caen del cielo, ni vienen en forma de caja de bombones. Y es que no puedes arreglarlo todo con una guitarra, y no siempre te quedará la batería, el bajo y puede que incluso una pandereta. Si la hay, hay que buscarla. Y si no la buscas, es que no la tiene. Es curioso ésto, porque en realidad es ambas cosas al mismo tiempo, que exista o no. Y hasta en eso, somos nosotros los que hacemos que sea una de las dos. La realidad no es ninguna de ambas, o lo es a la vez, hasta que por acción nuestra la obligamos a que se decante por una u otra.
Que no es cuestión de filosofía. Llámalo física. Física cuántica. Y eso me lo creo más que el mejor de los poemas de Bécquer.

Ahora es cuando el término volver significa he acabado con ello.

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