Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

Welcome to the Hotel California

/ 30 de enero de 2012 /

Le viene a la mente. Como un relámpago.
"Some dance to remember, some dance to forget".
Su frase favorita.
Enciende el Ipod. Baja con el dedo sobre la superficie táctil que tanto le gusta, y la cual es la razón por la que lo compró. Cruza las calles, mantiene sus auriculares preparados. Primero en un oído, luego en el otro, con ese ladear de melena que la caracteriza. Sigue bajando, no sabe exactamente qué escuchar, ya que sus días dejaron de transmitir la misma melancolía que antaño. Se sacia los minutos con Blur, le sabe joven y rebelde, sacia su subconsciente. La hace feliz. Pasa de largo de los Rolling, de los Beatles, de Dire Straits e incluso de Jeff. Sabe que si se dirige por el camino de la psicodelia perderá la mente entre escalas pentatónicas y distorsión, pero en realidad no busca evadirse. Hoy no. Remueve artistas desconocidos y olvidados, de ésos que sólo escuchas cuando necesitas desconectar de todas tus canciones favoritas, arrastrándote como un heroinómano incomprendido en busca de otra nueva droga. Prueba. ¿Qué es esto? Sí... Oh, sí. Ésta. Perfecta.
Ahí van esos primeros acordes de guitarra. Inconfundibles, joder, los reconocería de aquí a millas submarinas de distancia. Sube la voz, suben los recuerdos, de esos que no existen, de esos que inventas mientras caminas para hacer tiempo entre semáforo y semáforo. Luz ténue de Enero a las cuatro y media en la avenida, escena repetida desde hace tres semanas. Y es que cuando suena Hotel California, se pronostica mal presagio.
Ella no es ninguna femme fatale. Sólo es una pobre desgraciada obsesionada con la perfección y con más miedo a enamorarse que a la muerte. Porque la muerte no es dolor, lo es todo lo anterior. Lo es vivir, de alguna forma, Buda no se equivocaba con ese cuento de que la felicidad puede conseguirse mediante la ausencia de deseo. ¿Buda? Me tira más Schopenhauer. 
Él le dice que no recaiga. ¿Recaer? ¿Dónde? De lo que se muere de ganas es de que recaigan ellos. Se moja los labios. Dios, sí que tiene ganas. Sed, tiene sed. Mucha sed. Pero el miedo le asalta con su Colt del 77. Espera, ¿te estás oyendo? Estás diciendo... Sí, sí. Lo estoy diciendo. Pero... ¿Por qué? No lo sé. No sé por qué, pero es lo que siento, es lo que pienso. Es lo que deseo. Relájate, tienes mucho rencor acumulado. No, no, no lo tengo, no siento odio. En serio... no siento nada. En absoluto. Dios mío, tengo miedo. ¿Por qué quiero hacerles daño?
Basta. 
"Echo de menos hablar contigo, ¿qué me cuentas?..."
Y lo vuelve a hacer. Algunas viejas costumbres nunca se pierden.
And she said 'We are all just prisoners here, of our own device'

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