No sé de qué vienes ni de dónde has salido, no sé de qué quieres que me acuerde cuando te veo. Pero sin duda alguna, ni tan sólo la más mínima sombra de tus palabras pueden hacerme sentir ya bien. Eres un completo extraño. Eres un completo nadie. Desapareces y reapareces con todas las esperanzas del mundo, que además, ¿quién te las ha dado? Perdona... Perdí la cuenta. Siento que tengas que dar media vuelta para volver por donde has venido. Esta vez... Esta vez no ha sido mi culpa.
Aprenderemos a madurar por nuestra cuenta. Y aprenderemos a vivir sin el uno, sin el otro. Y si tenemos que sonreír aunque no nos apetezca... Me acordaré de ti las tardes de frío y calor, y cuando, a mitad camino hacia alguna parte, tu olor me traiga días en los que tuve esperanzas de que los kilómetros no fueran un obstáculo.
¿Por qué apareciste? ¿Por qué te hice desaparecer?
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