Salir por el Centro, en medio de todas las ensoñaciones y las risas. "Ya ha llegado la Navidad, chicas", todo el entusiasmo concentrado en una frase. Estás contenta, al fin, lo estás del todo. Ves las luces, ves las calles vestidas con sus mejores galas. Gente, por todas partes, el enorme bullicio de los sábados de Diciembre a las siete de la tarde. Saliendo, entrando, comprándote ese preciosísimo vestido para Nochevieja, por no olvidar los puestecillos en cada esquina de los pasos de peatones. Los niños, ay, los niños. Sus caritas, sus mejillas sonrojadas, sus guantes y bufandas. Pequeños repollos agarrados de las manos de sus mamás, angelitos. Piensas que sólo falta nieve, un poco de nieve. Pero, para cuando ya estás divagando en exceso, llegas a la Plaza. Y ves el árbol, ahí en medio, tan perfecto, tan... todo. Y te vienen a la mente recuerdos. Las Navidades pasadas, las anteriores... ¿No es cierto que ambas han sido las más perfectas vacaciones de estos dos últimos años? Sin duda. Y sonríes, aún más, mucho más, si es posible.
Te quedas de pie, observándolo. Es mío, mío. Es Diciembre, hace frío, es Navidad, y yo... no tengo excusa alguna para no decir que serán las mejores. Si es que es posible.
La mejor medicina, la mejor sonrisa, la mejor. Disculpadme si siento euforia, pero siempre se me ha dado bien contentarme con las pequeñas cosas.
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