Ellas es niebla, ella es Dimanche. Es Mayo del 68 concentrada en ciento sesenta y cinco centímetros de frialdad e introversión. No hay risa ni sonrisa que la equipare, tan sólo el Sena con las orillas cubiertas de nieve. Sin comedia, encerrada en su tragedia ficticia. Así disfrutaba. Personaje de su libro favorito.
Necesitaba lo justo, lo necesario, pero vivía en un queja contínua. Se conformaba con tan poco que sentirse estúpida era uno de sus mayores deseos y miedos al mismo tiempo. La definían como cínica y sonreía. "Soy Dylan, soy un judas". Contaba en los dedos de su mano los insultos por frase y los días de colegio. Es evidente, ella también soltaba carcajadas. No estaba muerta, simplemente había elegido ser algo diferente a lo que te podías encontrar todos los días. Una bala reivindicativa, inestable y a menos diecisiete grados de temperatura. Descontrol exterior, autocontrol interior. La dualidad, el ying y el yang. Creyó alcanzar la perfección.
Odia la rutina y por eso vive en ella. Si tiene que levantarse un martes a las siete para estudiar lo que no estudió el día anterior, lo hace. Y si es sábado por la mañana coge su bici y se marcha, fuera, es un agobio estar en casa. ¿Qué más le da quien lo hace y quién no? Si tacharla de algo todavía le importara... se perdió hace meses entre problemas y la adolescencia. Llamó problemas a su imaginación y su propio cuento sin solución. Prefirió cerrar los ojos, como suelen hacer muchos, y quedó sumergida, por tanto, tanto tiempo... Quería ahogarse y sufrir. Digan lo que digan, un auténtico iceberg es aquel que desea derretirse y no puede. Aunque se consuma: sería feliz. Quizás esa fuera una de sus razones. Y, por tanto, otra de las excusas.
Baja a la cafetería los jueves cuando dan las diez. Lo de siempre: café con leche y un croissant, para pasar los minutos entre mordisco y mordisco soñando con vivir en Montparnasse, entre cuadros, jazz, whisky y Le Monde. Dice, "Quizás es que el tiempo nunca pasa. Quizás lo que pasa sobre el tiempo es París". Quiere un Rouge de Dior, aunque acaba siempre decidiéndose por el de Chanel. En su cápsula de tiempo contínua, se esconde entre las callejuelas de su mente y dialoga con Kerouac: Buenos días, quiero acompañarte, pero tengo el reloj estropeado. Te mando una carta y nos contamos. Con cariño, la zorra de Marylou.
Me gusta que cuando llora, lo hace a escondidas. Y me gusta, también, su voz cuando está triste.
Es bonita.
1 coliflores:
Me encanta tu blog *_*
te sigo desde ya!^^
un beso y te espero en<3
http://www.yourfavoritehistory.blogspot.com
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