Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

Contigo

/ 9 de noviembre de 2011 /
"Yo no quiero catorce de febrero ni cumpleaños feliz." 
Yo no quiero saber por qué lo hiciste; yo no quiero contigo ni sin ti. Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras por mí. Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres. Porque el amor cuando no muere mata. Porque amores que matan... nunca mueren.

(Que no es la primera vez que una canción de Borja es motivo de inspiración para una entrada. Así que aquí va otra que se suma al club.)

Sin ciencia ni conciencia que te guíe, algunos preferimos morirnos solos a decaer en el intento. No siempre cualquiera está dispuesto a fracasar, arriesgar por arriesgar, por una convicción. Hay gente que prefiere mantenerse en su posición, tranquilo, relajado, de por vida, sin amenazas. Sólo los locos dan la vida por sus sueños. 
Son las palabras de quienes se ha cansado de esperar y de caerse, aunque no lo quieran admitir. Alguien que ha sufrido y ya no sufre, porque se ha puesto sus parches de nicotina, y está contento con poco. No ha de desintoxicarse, ni desengancharse permanentemente, no mientras pueda seguir con sus sucedáneos y salir del paso, una vez o dos. Se cree que ha olvidado su aroma y su sabor inundándole los pulmones, sus ratos de desinhibición, sus recuerdos. Cuando pasaba la lengua por el papel de fumar y lo liaba como un auténtico profesional. Aquel zippo que no has vuelto a recargar desde aquella vez que se te acabó, y guardas como un regalo en tu estuche; o cuando mandabas a tu abuela al estanco, para que los dieran a ella gratis, y luego se los pedías, con un beso en la mejilla. 
Sí. Dirá adiós a todo con un parche de farmacia, dará la bienvenida a un nuevo par de pulmones y a camisas sin olor a tabaco. Podrá meterse la mano en los bolsillos teniendo suficiente cambio para comprarse algo en la cafetería, y no tendrá que ir pidiendo un mechero a todo aquel que se encuentre por la calle. Tampoco le urgirá salir antes de tiempo, casi subiéndose por las paredes. No echará de menos nada, porque ya no lo tendrá.
Pero en sus dedos seguirá la huella de los cigarrillos, su aroma y su sabor inundándole los pulmones. Sus ratos de desinhibición,  y todos los recuerdos que le trae su humo. Cómo no sólo se mezclan las risas y los buenos momentos, sino aún más. Que quizás era malo, pero sigue siendo igual de adictivo que desde el primer momento. Que te ha cambiado y te ha marcado una época, una que ya has cerrado. Se acabó el capítulo. Pero, eh, el capítulo sigue ahí. Y todo lo que trae consigo.

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