La menos recomendada de todo Madrid. Más bonita que ninguna, como siempre, y todos colgados por tí. Con tu piso en las alturas, igual de complicada y difícil de coger que siempre. Es un clásico verte aparecer desde la esquina de la cocina, así, sin más. O allí, al fondo, de pie frente a la estación de tren. Tú y tu pequeña sonrisa de Amélie, esos pitillos ajustados que te regalé y tu espíritu de rock n' roll. Tantas noches, tantas Lunas... Estaba todo bien.
Naciste aquel verano de 1996, emulando esas comedias romanticonas que tanto te gustaban, a lo "¿Conoces a Joe Black?". Fue un choque frontal más que suficiente. Recuerdo ver volar todavía el Berlin de Lou Reed, tu favorito. Recuerdo también querer echarte una mano, y aceptar la propuesta con tu silencio. No pediste disculpas, tan solo reíste a carcajadas y anduviste a mi lado.
Querías salir en los diarios y fueron veintinueve las veces que insististe en que te llevara al baile. "¿Qué baile?" te decía. "Cualquiera, pero llévame a bailar, sácame de juerga".
Escuchábamos Anthony and the Jhonsons para ponernos tontos. Eras imparable, tremenda, y si puedo aguantar el tirón, insuperable. Y cómo andabas, trotando. No sé como lo hacías, lo juro, de pronto echabas a correr pisando todos los charcos que había a tu paso, aún con sandalias, aún descalza, aún como fuera. Tampoco sé cómo lo hacías, pero te diré un secreto: contigo enloquecía follando en la cocina.
Supongo que creía que estaba de vuelta, pero salieron los aviones antes de tiempo, y tú volviste por tu camino al llegar Diciembre. Allí se quedaron los temblores de piernas, las estrellas de los tejados y las burbujas del champagne. De acuerdo que nada es eterno, pero pensé... creí que encenderme con tus manos significaba algo para ti. Algo más. Tantas noches sobre tu tejado... ¿No estaba todo bien?
¿Y, de quién de los dos es la culpa? De ambos, por supuesto. A tí sólo te gustaba jugar al ajedrez, a ganar con héroes, guitarristas, otros no tan guitarristas y sonrisas. Pero claro, los que hundimos los barcos son en realidad los que soñamos más alto luego. Que no sería la primera vez..., ni tampoco tu primera.
Pero no, no tengo la culpa de tus ideas y venidas, de tus "te necesito" cada treinta días del mes, ni de ser yo quien realmente necesita tus taras, tus multas, tus pies. Y ya me cansé de mirar a través de los cristales, ya no quedan noches para amar.
Algunos pueden dudar de si volverás o no, tú y tu pequeña sonrisa de Amélie. Yo, sin embargo, sigo buscándome la vida, cogiendo altura, dejando señales.
Sólo a veces, muy de vez en cuando, vuelvo sobre mis pasos, recorro las calles y recorro mis recuerdos, soñándote en mis planes.
1 coliflores:
Me gusta mucho señorita Mangas. Nos vemos en diciembre
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