Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

All my loving

/ 25 de octubre de 2011 /
Mamá, hoy me he levantado como cuando tenía nueve años y aún me llamabas para que me despertara. He esperado media hora para vestirme y desvestirme y revolver el armario entero, para coger una sudadera y unas mallas. Me he parado frente al espejo otros quince minutos, y después, cuchara en mano, he desayunado mis cereales con miel favoritos. Mamá, de vez en cuando me doy cuenta de cuánto he crecido, o hace cuánto ha pasado esto o aquello. Siempre comentas que lo de la nostalgia nos viene de fábrica, y supongo que debes tener razón. Pero creo que por primera vez en mucho tiempo, no me he sentido mal, o triste, o melancólica. Al contrario. Por primera vez, me apetecía madurar. Y me sigue apeteciendo.

Como si quisiéramos engañarnos, fingiendo que no es la primera, fingiendo que no será la última. Cuando entiendes de sobra, y ya por adelantado, que la experiencia es la experiencia, que sentirte mal no es único producto de la empatía, sino residuo del resentimiento. Ya no sólo del resentimiento, también de haber querido creer algo y a alguien porque pensaste que tenían razón, sin seguir tus instintos. Doblegarte, a tí misma, a tu forma de pensar. Eres una barra de plástico sobre la que se aplica un esfuerzo, doblándola. Mientras se siga aplicando esa fuerza, la barra seguirá doblada, con la misma forma que le diste. Pero en el momento en el que dejas de suministrar ese esfuerzo... vuelve a su estado natural, vuelve a estar recta. Vuelve a ser como era. Y eso, no lo pueden cambiar, no mientras tú no quieras. Porque lo importante, y la lección de todo esto, es que no consiste en cerrar los ojos y a ver qué ocurre, esperar a que el tiempo nos de una respuesta. Uno tiene que conocerse lo suficiente, tiene que ser consciente de sus límites e intentar superarlos. Sí sí, y todo eso. Pero no sólo eso. Uno tiene que estar seguro de sus decisiones. Las personas tienen sentimientos, no son ensaladas. Tus decisiones, o la carencia de ellas, les afectarán. En fin, bendito empirismo. Para comprobar algo... ya sabes: hay que experimentar.

 
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