Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

Real love

/ 17 de mayo de 2011 /

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Camina tranquilo, camina despacio, camina relajado, camina. Hace sol, el suelo está pegajoso, lleno de manchas de moras pisoteadas caídas de las moreras que bordean los laterales de la calle. A un lado, árboles. Al otro, tránsito del mediodía. Hora punta, dos y media, no falla, ahí va el Micra rojo de Bé y los niños. Sonríe con timidez, mostrando una pequeña hilera de dientes blancos alineados. Bendita ortodoncia...
Roza los diecisiete, el metro setenta y ocho y el verde pistacho en la mirada. Nariz respingona, salpicada de diminutas pecas; tez clara, pero bronceada, con los pómulos ligeramente enrojecidos, como de quien acaba de venir de pasar el día en la playa. Adoro su pelo, sus mechones castaños claros ensortijados, con algún sutil reflejo dorado, divertido, que se atreve a asomarse entre el cabello, como un pequeño azar que lo ha dejado en el debido y justo lugar. Lo lleva revuelto, huele a sal, a brisa de mar. Quién me lo diría.
Sonríe de nuevo. Anda cabizbajo, pataleando una lata de Coca - Cola Light con todavía algo de contenido. Las manos en los bolsillos, Ipod en mano, algo de Lennon de fondo. Tiene los labios perfectos, no demasiado finos, carnosos, con la comisura hacia arriba, ligeramente entreabiertos. Joder, perfectos. Dan unas ganas tremendas de besarle, todo el rato. Míralo, su paso tranquilo, su naturalidad, ésa forma de actuar, como de quien no se da cuenta de que no es otro más, sino que destaca sobre el resto. Dios, ¿qué sabe él? ¿Acaso lo sabe? 
Tras la camisa desabrochada, se asoma una básica negra que se adapta al torso, pero no como una segunda piel, no, eso es vulgar. Es... ligera. Sí, exacto, es como si respirara, fluída... No sabría bien cómo explicarlo. Lleva unos Lee en color índigo desgastados, pitillo, combinados a la perfección con unas Converse del 43 negras, con la puntera blanca. Un clásico. Bien cultivada la imagen retro-grunge, no está nada mal. Quizás... sí. Sólo le faltan unos de ésos cascos gigantes que tanto se llevan ahora. Sí... menos mal que no es así.
Mueve la cabeza al compás de la música, suena a todo volúmen, es increíble, menuda forma de evadirse de la realidad. Parece una escena de una película, ¿no lo crees? Tan sólo falta una cancioncita suave de fondo, algo adolescente pero con carácter, no sé, algo indie. ¿MGMT? ¿Arcade Fire? Sí, toda la pinta.

[...]



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