Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

Jungleland

/ 3 de mayo de 2011 /

120 días de un plumazo. Zas.
120. Increíble. ¿Tantos? ¿Tan pronto? "Todavía recuerdo cuando era 31 de Diciembre..." ha sido la frase más sonada de estos últimos meses. Ayer fué su variante "Cómo me gustaría que fuera otra vez 1 de Enero". 
Ciento veinte. Cien-to-vein-te. Mierda de síndrome de Peter Pan... 
May, Mayo. El mes fatídico, que dice mi madre. Segundo comentario de la mañana, a primera hora, entre tostadas y cafés con leche. A todos se nos ha caído el alma al suelo. En esta familia todos sufrimos de melancolía crónica y nostiligitis aguda, de duro tratamiento, para variar. Bien, nadie dijo que fuera fácil, aunque, tampoco se pide que esto sea complicado. Mayo, Mayo, Mayo. Dentro de diez días es mi cumpleaños. Eso ha subido ligeramente los ánimos entre los presentes, algunas sonrisas, algunas miradas, un par de conversaciones más al azar y tres o cuatro saltos alegres. Sí... Las tazas se vaciaron en un plis y los mordiscos acabaron en un tragar apresurado. ¿Estudiamos? No me apetece. Los ordenadores no vais a encenderlos, estais avisadas. Está nublado. 
Sí.
Bonita forma de empezar Mayo.
¿Recuerdas que te dije que me regalaras los 28 días de Febrero de cumpleaños? Bien, lo he pensado mejor. No quiero otros 28 días más para aprovecharlos de verdad. No quiero esos exámenes, ni compensar inquietudes, ni hacer lo que debía, ni abrir el paraguas cuando tocaba ni cerrarlo cuando era necesario. No quiero otro Febrero. Quiero mi Febrero, mis días inciertos, mis días complicados, mi tristeza, mis subidas y mis bajadas. Quiero mis carcajadas, mis risas, mis "tienes razón", mis notas de mierda. Quiero esas ganas tremendas de hablar, ese nerviosismo, las cosquillas, las sonrisas tiernas, las caricias. Los ojitos llenitos de lágrimas, y los abrazos de las buenas amigas. Esos malditos recuerdos pasados que te revuelven el estómago, y que se materializan en forma de dolor de cabeza. ¿Sabes? Pasó de todo, pero creo que no lo cambiaría. Por nada, o por pocas cosas los cambiaría. No. Definitivamente, por nada del mundo. Todo te sirve de algo, y si es malo, más incluso, aunque cueste reconocerlo. Ahí se queda, todo pasa, todo te afecta. Nada es indiferente, todo acaba repercutiendo de una manera u otra. Y, ¿cómo decía Terrapin? Ah, sí. "De los errores se aprende". Pues ya está, ahí está la moraleja. Como digo yo siempre, o me gusta decir, "desde fuera, las cosas se ven muy, muy distintas". Y, efectivamente. Desde fuera, todo es muy distinto.
Desde fuera, hasta las cosas más duras te hacen sacar una sonrisa.



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