De acuerdo.
Ni debería importarme. No. Ni debería molestarme, tampoco. Preocuparme quizás es lo último que tendría que hacer. Bien. Eso está claro.
Pero me importa, me preocupa y quizás hasta me molesta, aunque, joder, ¡no hay razón! Pero igualmente no puedo evitar estar ligeramente... ligeramente... argh, como sea, como me sienta en estos momentos. Está claro. Está clarísimo. No hay culpa que echarle, no, sería ilógico e infantil. ¿Realmente mintió? No, es decir, no del todo. Yo no pregunté, saqué mis malditas putas conclusiones y ya está. Pero... suena, suena a mentira. Y, no sé, es absurdo, pero me ha sentado mal, me ha hecho enfadarme. Y, sí, lo sé, lo sé, y lo vuelvo a repetir, no tengo de qué enfadarme, no es excusa suficiente, pero aún así, lo estoy. Explícame sino porqué estaría a las cinco y media pasadas de la madrugada escribiendo esto.
¿Por qué? ¿No habría sido más fácil decir la verdad? ¿Por qué mentir? No lo entiendo. A lo mejor es para darles a todos la misma versión de la historia, y evitar que se filtre algo. Ni idea. Cualquier otra explicación sí que sonaría a niño de seis años.
En fin. No entiendo nada. Ya veremos, como siempre. Ya veremos.
Voy a acabar odiando esas palabras, joder.
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