Jaque mate

Lo más triste de las despedidas es que da igual cuánto queramos retrasarlas, es el final no escrito de la vida. Y más vale aceptarlo, más vale hacerse a la idea desde el principio de la novela. Lo más triste de las despedidas es cuando decides llevar tú la iniciativa, cuando te das cuenta de que la nostalgia sólo pesa mientras la cargues sobre tu espalda.
Porque lo efímero es vivir de ilusiones, la ilusión de que esa cosa se va a volver a producir. Que no hay nada que te deje con ganas para siempre, y que solo te quede el recuerdo.

Fin. Mayo de 2012.

American Pie

/ 17 de marzo de 2011 /
A la falta de preferencia o interés, lo que está localizado en la punta del látigo del desprecio, se le llama indiferencia. Es lo que se experimenta en el grado cero de la emoción, es decir, cuando los sentimientos están más fríos que calientes
Los cínicos, que mienten con desfachatez, los arrogantes y los soberbios que estiman su sí mismo en demasía, son indiferentes porque están fuera del escenario, porque parece no importarles nada. No estar implicado afectivamente con algo es un arma poderosa para manipular a los otros, al medio y al interior propio. La indiferencia es un lujo afectivo porque el indiferente no sufre con el sufrimiento de los demás. Y así como no sufre tampoco ríe, se sorprende, grita, llora o patalea. El indiferente nunca falta en todas partes porque la indiferencia flota en el ambiente. Es como el aire que uno respira. Mientras todos se preocupan demasiado por sí mismos, nadie se preocupa por los otros. Como permite el empobrecimiento del espíritu, termina por enfriar todo aquello que encuentra a su paso. Es la guerra fría a la que todos juegan quizá sin darse cuenta. Cuando se quiere ser frío, se opta por ser indiferente. 








En la indiferencia el otro desaparece, con todo y sus emociones. No vale nada. Pero como el otro desaparece, el indiferente también se desintegra porque así se niega a sí mismo. Y entonces no le queda nada más que un mundo idealizado o mistificado que lo aleja de la realidad en la que vive. 
Mientras el compromiso exige responsabilidad, la indiferencia sólo requiere cinismo, soberbia y arrogancia para olvidarse que el mundo está roto. O a punto de romperse.

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